PORQUE FRACASAN LOS PADRES
Son innumerables los padres que se sienten frustrados en relación a la función de encaminar a sus hijos por la senda del bien. No obstante, estas mismas personas suelen ostentar ciertos logros y éxitos en otras facetas de la vida, pero al referirse a su descendencia la desilución los embarga.
Peca de iluso el padre que asume que su hijo “le debe mucho“. Jamás hubo otra época en que los padres gastaran más dinero, tiempo y energías en complacer a sus hijos. Como tampoco ha habido una época en que los hijos mostraran menos respeto y aprecio a sus padres. Esta realidad debe conducirnos a reconocer que nuestro enfoque como padres, está fuera de lugar.
El padre promedio casi siempre se centra en qué hacer por sus hijos, y no en lo que significa llegar a ser un buen padre. Si queremos ser buenos padres, debemos conocer a nuestros hijos, y eso requiere dedicar e invertir tiempo en ellos, lo cual es una tarea muy complicada en este tiempo. Pero, un cambio en nuestra perspectiva no solo aumentará nuestro gozo y paz en la noble misión de ser padre, sino que hará de nuestros hijos, personas dignas y honorables.
Lo invito a analizar juntos las principales causas del fracaso de los padres.
1. Instrucción Inapropiada.
El ser humano está programado genéticamente para aprender. Hay un principio universal y es que “el niño no necesita aprender a hacer el mal“, en realidad nacemos con inclinación hacia ello. Es ahí donde cada padre tiene el deber ineludible de instruir a sus hijos en valores, principios, normas de conducta, reglas de urbanidad, aspectos morales, éticos y espirituales.
Descuidar esta tarea de padre, y dejarlo en manos del azar o del destino puede costarnos un alto precio. Jamás seamos negligentes en la instrucción de nuestros hijos, ellos lo necesitan porque están en proceso de formación en cada etapa de su vida. En algunas ocasiones el padre tendrá que exhortar o amonestar duramente a sus hijos, pero será necesario. Puede ser que los hijos no lo entiendan en el momento dado, pero el padre que ha vivido más y que también pasó por esa etapa de la vida, sabe lo que es más conveniente para sus hijos. Transcurrido el tiempo, serán sus mismos hijos quienes se lo agradecerán por haber sabido instruirlos en el momento oportuno.
2. Supervisión Deficiente.
Todo padre se preocupa porque sus hijos estudien en un buen centro educativo, tengan buena ropa, buena alimentación, buena salud, etc. lo cual está maravillosamente bien. Pero pocos padres se preocupan en supervisar las actividades de sus hijos. Pemítame preguntarle, ¿conoce quienes son las amistades de sus hijos? ¿sabe con quienes alternan los fines de semana? ¿conoce los lugares de diversión que frecuentan? ¿en qué se divierten sus hijos? ¿cuáles son sus deleites o placeres? Sucede que más de una vez, no pocos padres descubrieron tardíamente que los “amigos” de sus hijos fueron quienes los iniciaron en alguna adicción, y también quienes los encaminaron a lugares de dudosa reputación.
Por otro lado, muchas jovencitas han caído presa de la anorexia o bulimia como resultado de periodos depresivos sin que sus padres se hayan percatado de ello. Los hijos adolescentes pueden estar sumidos en ansiedad, angustia, tristeza, sensación de soledad, insomnio, etc., y los padres no observan, menos indagan el estado emocional de sus hijos. No supervisar a nuestros hijos puede ser sumamente peligroso, y terminar en lamento.
3. Autoridad Frágil.
La autoridad no se impone, se gana. Imponer autoridad es sinónimo de tiranía, y nuestros hijos no quieren a un autoritario, déspota o dictador en casa, ellos suplican tener un padre. La autoridad de un padre se torna frágil cuando no se la supo ganar. Y oigo preguntarme, ¿cómo se gana autoridad? Muy simple señores, la mejor manera de ganar autoridad y tener ascendencia sobre nuestros hijos es mediante el ejemplo. La vida ejemplar de un padre lo convierte en objeto de admiración y respeto por parte de sus hijos. Todo padre ejemplar no necesita imponer autoridad, es más, no hace falta proclamar a los cuatro vientos que él es quién manda en casa. Son los hijos que por amor y respeto -no por miedo- se someten al padre espontáneamente.
Como “para muestra basta un botón”, pongamos un ejemplo sencillo. El padre que se embriaga derrochando el dinero que hace falta en casa, ¿tendrá autoridad para decirle a sus hijos que no consuman licor? Como es evidente, no es fácil ejercer autoridad sino tenemos el respaldo de una vida ejemplar. Es necesario que el mensaje sea acorde al mensajero. Y el padre que ha de tener autoridad sobre sus hijos, debe considerarlo seriamente.
4. Desorden en las Prioridades.
¿Qué es primero para usted en la vida? ¿tiene usted una escala de prioridades? Para muchos, primero es el trabajo o ganar y acumular fortuna. Para otros es la diversión o los placeres, porque razonan que la vida es una y hay que disfrutarla. Presicamente el no tener un orden de prioridades en la vida, es que está llevando a incontables padres y madres a perder a sus hijos -o dicho de otra manera-, a fracasar como padres. No se equivoque, ya hay muchos que por anteponer el trabajo antes que la familia, no solo han perdido a sus hijos, sino también su matrimonio. Para nadie es ajeno que muchos compatriotas nuestros viajaron al exterior por asuntos laborales, y han ganado dinero pero ha perdido a sus hijos. Ahora pagarían cualquier precio con el fin de recuperar el amor y el respeto de sus hijos, que son los seres que más aman, pero esto no es asunto de dinero.
En el plan y el propósito del Autor de la familia, siempre estuvo que ésta se mantenga unida y que nada ni nadie la desintegre, ni siquiera la crisis económica. Pero nuestro fracaso se debe a que no le damos la importancia que debe tener la familia, no la consideramos como una institución divina cuyo Artífice y Diseñador es Dios, y es Él quién debe ocupar el primer lugar en nuestra vida personal y familiar. Jesucristo lo dijo de una manera interesante:
“Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás les será añadido. Así que no se afanen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán“. – Mateo 6:33, 34.
Feliciano Ruiz
Teologo, Periodista y Psicologo
LA GENERACION ACTUAL
Hace ya algún tiempo, una revista de Nueva York, publicó una aleccionadora estadística relacionada con dos familias americanas, quienes a su vez fueron contemporáneas. Estos son los reveladores datos:
“Max Jukes, quien no creía en el cristianismo, se unió en matrimonio con una joven anticristiana tal como él. Un minucioso estudio de sus 1026 descendientes, arrojó que 300 de ellos murieron muy jóvenes; 100 terminaron en alguna prisión por diversos delitos; 109 se entregaron a la sensualidad, y 102 se dieron al alcoholismo. Toda la familia le costó al Estado Americano, un millón cien mil dólares”.
Veamos el otro caso. “Jonathan Edwards era un buen cristiano consagrado a Dios, cuando llegó el momento de elegir a la compañera de su vida, buscó a una joven igualmente cristiana. De su unión hubieron 729 descendientes hasta el día del mencionado estudio, de los cuales 300 fueron predicadores del evangelio; 65 maestros de escuelas públicas; 13 rectores de universidades; 6 escritores de importantes libros; 3 parlamentarios, y 1 vicepresidente de la república. Esta descendencia familiar no le costó ni un solo dólar al Estado Americano, aunque sí fueron de gran beneficio a su nación y al mundo”.
Al observar la decadencia moral en la que está sumida la generación actual, siempre nos viene a la mente la pregunta: ¿Quién o quienes son los responsables de esta condición? La respuesta siempre es inmediata y a la vez la misma. Los piscólogos, sociólogos, antropólogos, educadores y por último el común de la gente también conocen la respuesta. Todo empezó en la primera familia, y esa realidad no ha cambiado, pues la familia no es tratada como lo que es: una institución divina, cuyo diseñador y artífice es Dios. Es más, por siglos el mismo Autor de la familia viene dándonos la respuesta a tan grande dilema.
Cualquier mortal que no le da el valor y la importancia que amerita la familia, indefectiblemente terminará por arruinar su propia descendencia y convertirla en un problema social. Eso es lo que observamos a diario, “familias” que no son familias; niños, adolescentes y jóvenes que no saben del calor de hogar, porque no lo tienen o están a punto de perderlo.
Es de quienes somos padres que depende forjar y labrar el camino hacia una generación que tenga caracteres de integridad, pureza, bondad, honestidad, y aquellas otras virtudes casi perdidas en nuestra generación. De seguro que todo padre o madre actual o potencial, lo menos que desea es que sus hijos sean absorvidos por una generación carente de valores y de principios morales. Creo que todos estamos de acuerdo en que el mejor legado para nuestra descendencia será que se cumpla en ellos la promesa bíblica: “Feliz el hombre que teme a Dios, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su DESCENDENCIA será poderosa en la tierra; la GENERACIÓN de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre” – Salmos 112:1-3.
Por lo visto, todo comienza en el hogar, y somos los padres los llamados a enseñar, amonestar, disciplinar y aconsejar a nuestros hijos. Jamás dejemos esa tarea al gobierno, a los centros educativos, ni siquiera a la iglesia. Somos los padres los responsables directos de la formación moral y espiritual de nuestros propios hijos; por una sencilla razón, es en casa donde nuestros hijos pasan mayor tiempo en relación a otros lugares.
Como padres, tengamos siempre presente que son los milenarios preceptos de las Sagradas Escrituras que harán posible que cumplamos una adecuada y eficaz labor paternal. Nunca olvidemos, ni posterguemos la enseñanza espiritual de nuestros hijos. Esto es determinante en el proceso de salvaguardar a nuestra descendencia y en la preservación de la generación actual.
Refiriéndose a las Escrituras, Michael Faraday dijo: “¿Por qué se descarría la gente cuando tienen este bendito Libro para guiarles?”. Por ello, y nuevamente recurriendo al Libro de los libros. finalizo con el gran mandamiento y la promesa de Dios para los padres:
“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? Entonces dirás a tu hijo: …nos mandó Jh que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jh nuestro Dios, para QUE NOS VAYA BIEN TODOS LOS DIAS, y nos conserve la vida como hasta hoy.... Deut 6:5-7, 20-24.